Anna Subiela empezó a coleccionar Mariquitas Pérez al inicio de la pandemia de la covid-19, en un momento en el que vivía en una asfixia emocional y de problemas físicos, supuso para ella, abrir una ventana de luz y oxígeno. Porque se abrió dentro de ella una ilusión que parecía imposible en su vorágine de pensar demasiado; «tengo 50 mil ventanas abiertas». Considera que cuando no te conoces a ti misma y ocurren situaciones difíciles en tu vida que no sabes gestionar, tu mente se vuelve en tu contra. La aparición de las muñecas fue un rescate y aunque al principio solo las tenía en casa, sus problemas volvieron a aparecer sin resolución y provocándole un bloqueo mental.
Sintió una fuerza interior que le empujó a hacer algo juguetón y aprovechó sus cualidades en teatro para lanzarse a la calle con sus muñecas e interactuar con ellas, provocando la atención del ciudadano. Eso le provocó una disyuntiva, porque, por una parte, le aterraba el juicio de la gente cuando te mira; «porque vas en dirección contraria a lo que la mayoría suele hacer» pero, por otro lado, necesitaba mostrar esta performance que era lo único que le daba fuerzas para vivir.
Anna se dejó llevar y al final considera que ha sido un aprendizaje porque su mayor miedo, el rechazo por ser diferente, lo borró de su futuro inmediato. Ella, que ha transitado por los trastornos mentales; «hasta el fondo», ha estado ingresado, a los 13 años ya se le marcó como rara; «que no estaba bien de la cabeza», acabas amoldándote a la demanda del exterior, familia y amigos que repiten patrones de sus progenitores y a pesar de su rebeldía, de querer sentir las cosas profundamente, cerró su corazón para no sentir. «Y cuando cierras el corazón y todo queda en la mente, resulta que ahí aparecen los trastornos mentales míos y de muchas otras personas».
Anna afirma que en esta vida es muy importante ser consciente de cada hemisferio. Uno que dirige el cálculo y la lógica; «pero el mundo no se puede traducir y filtrar a través de la lógica porque te pierdes. Las emociones no son 2+2, no se pueden calcular las experiencias. Hay que hacer esto para que no te pase lo otro». Gracias a las muñecas pudo reabrir su corazón y ser consciente de su otro hemisferio aferrado a los sentimientos.
Para Anna toda esta situación ha sido un aprendizaje; «porque a día de hoy me he dado cuenta de que he limado mi propio autorrechazo, mis miedos y la necesidad de reconocimiento de las personas que quiero, de mi entorno más cercano. Conocerme un poquito más y permitirme una cosa muy importante, estoy en ello todavía, ser imperfecta en el sentido de cometer errores y borrar este estigma de que, cometer errores es igual a ser una fracasada, que lo tenía tatuado en todo mi ADN».
Las muñecas son un ritual que la ayudan a estar en el presente; «todo aquello que te conecta a la emoción y para tu mente automática de pensamientos, es sanísimo. Además, las ha usado en teatro y se cuestiona que sobre el escenario, nadie va a criticar su acción con ellas, sin embargo, si las traslada a la calle con una suerte de performance, todo opinión es deplorable y alejada de la realidad.
La vida es puro teatro y que nos dejen actuar, que nos dejen ser felices.