Mallorca desde la más remota antigüedad, ha sido un punto de arribada para las naves que surcaban esta parte del Mediterráneo. Su situación geográfica la convierte en indispensable punto de refugio contra el mal tiempo, lugar de aprovisionamiento, reparación de averías, o incluso de descanso. Pero también la insularidad ha provocado a sus naturales, situaciones de necesidad y carencia que han tenido que solucionar con sus propios medios. Esto les ha instado a buscar soluciones.
Este es el caso de que en 1921 una serie de prohombres e industriales de la ciudad decidieran crear una compañía aérea, novedoso sistema de transporte que si bien no solucionaría el suministro de los productos que llegaban en grandes cantidades por mar, si podría mejorar el transporte del correo (principal objetivo) y al mismo tiempo beneficiar a la sociedad con la llegada de los periódicos del día de la península y el conocimiento de las ultimas noticias. No se podía descarta en algún viaje puntual llevar un pasajero si era necesario, tampoco el transporte de algún pequeño pero importante paquete. Al fin y al cabo daría una sensación de proximidad a la península. Esta compañía sería la conocida como Aeromarítima Mallorquina.
Diversas situaciones y sucesos hicieron que nunca llegara a operar con normalidad y en consecuencia llego un momento que pidieron ayuda a una compañía importante y experimentada, a la francesa Latecoere. Esta compañía se hizo, en principio, con el 40% de las accionees de la Aeromarítima, y se implicó aportando nuevos y más idóneos aviones, todos ellos con TSH, condición indispensable para poder prestar el servicio. Pero aunque a Latecoere le interesaba una línea que sirviera Barcelona-Palma-Argel, nunca tomó fuerza el proyecto. No se sabe muy bien la causa, tal vez fuera que no disponían del avión adecuado, pero la cuestión es que no llegó a realizarse y poco después, en 1923, la Aeromarítima desapareció.
Al cabo de un tiempo y de diversas exploraciones de aviones y rutas, se refundó Latecoere, en la Compagne Generale Aéropostale, popularmente conocida como Aeropostale, y volaba de Marsella a Argel con escala en Palma, en un Late32. Esta ruta no estaba exenta de dificultades y problemas meteorológicos.
El hidroavión que no alcanzó el mar
La tarde del 15 de noviembre de 1928, los habitantes de Palma fueron sorprendidos por un avión que volaba a baja altura procedente del este. Se trataba del hidroavión Late 32 F-AISN, que llegaba en emergencia y buscaba alcanzar las aguas del puerto, pero la fatalidad hizo que su baja altura provocara el choque con la cúpula del torreón del Hostal Cuba lo que le llevó definitivamente a perder su poca estabilidad e ir a caer sobre el molino den Garleta en el Jonquet.
El impacto fue terrible y se desprendió uno de los motores, rodando varios metros, quedando el avión destrozado. De su tripulación compuesta por piloto, mecánico y radiotelegrafista, se salvó el piloto que saltó pocos segundos antes del impacto. El mecánico y radiotelegrafista quedaron heridos de consideración. El mecánico pudo recuperarse, pero el radiotelegrafista a los pocos días falleció. Tal vez sino hubieran chocado contra el torreón hubieran podido llegar al mar y habría sido un incidente más, pero la fatalidad lo dispuso así.
La consecuencia de todo esto fue que vieron lo peligroso en que se había convertido la operación de estos aviones en el puerto de la ciudad y trasladaron la escala al puerto de Alcudia, donde permaneció muchos años. Durante la Guerra Civil amerizarían en el Puerto de Fornells en Menorca.