Un estudio liderado por el IMEDEA (CSIC-UIB) revela que sólo un pequeño porcentaje de especies se beneficia de los efectos de estas reservas
En medio de la creciente preocupación por la pérdida acelerada de biodiversidad en todo el mundo, un nuevo estudio liderado por investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA-CSIC-UIB) en colaboración con el Centro de Investigación para el Cambio Ecológico de la Universidad de Helsinki (Finlandia) aporta luz sobre los efectos de las áreas naturales protegidas.
El estudio, realizado a lo largo de cuatro décadas y que ha evaluado 638 especies animales, concluye que las áreas protegidas no son capaces, por sí solas, de revertir la pérdida de diversidad biológica.
Aunque las áreas protegidas se consideran esenciales para combatir la disminución de biodiversidad, las conclusiones de este estudio ponen de manifiesto que tan solo una pequeña proporción de las aves, mamíferos, plantas y fitoplancton estudiados se beneficia explícitamente de la protección en estas áreas.
En el mejor de los casos, estas reservas naturales consiguen una desaceleración del declive poblacional de algunas especies, aunque este efecto no es uniforme en todas ellas, por lo que resulta una solución incompleta y parcial.
Los resultados indican que el tamaño del área y el tiempo de aplicación de las medidas de protección son factores primordiales para mejorar los resultados en términos de conservación, y que este impacto positivo se observa de manera general en varias especies, independientemente del estado de amenaza o de los rasgos particulares, y es más evidente en mamíferos, plantas y fitoplancton.
El estudio concluye que, aunque las áreas protegidas son valiosas para proteger especies, hábitats y ecosistemas sometidos a cambios constantes debido a factores globales, requieren una atención cuidadosa. Hace un llamamiento urgente a la comunidad científica y a los responsables de políticas ambientales, y subraya la necesidad apremiante de medidas concretas como ampliar las áreas protegidas, mejorar su conectividad y afinar su gestión, así como hacer evaluaciones rigurosas de la efectividad con el fin de maximizar el impacto en la conservación de la biodiversidad.
Andrea Santangeli, autor principal del estudio, comenta: «Nuestros hallazgos no deben privarnos de establecer áreas protegidas. Más bien al contrario: demuestran que estas áreas nos proporcionarán un tiempo precioso para contrarrestar la pérdida rápida de especies. Proteger un área ayudará a frenar la pérdida local de muchas especies, pero al mismo tiempo no podemos detener la pérdida de especies simplemente reservando pequeños fragmentos de tierra aquí y allá y esperar resultados milenarios».