En el centro de Palma, «Na Bel Rollet» destacaba con su peculiar estilo y comportamiento excéntrico en una era donde la individualidad era bienvenida. Su presencia única dejó una huella imborrable en la memoria de la ciudad, recordándonos tiempos pasados donde la diversidad adornaba las calles de la capital mallorquina
En cada ciudad, en tiempos antiguos, solía haber personajes singulares que capturaban la imaginación de todos con su peculiaridad y extravagancia. Palma no era una excepción. En el bullicioso centro de la ciudad, entre las estrechas calles adoquinadas y los bulliciosos mercados, solía pasear «Na Bel Rollet», una figura tan única como inolvidable.
Era una mujer de apariencia inconfundible, siempre vestida con una falda hasta las rodillas, calcetines blancos y a menudo con zapatos de hombre. Su peinado, reminiscente de la «Dama de Elche», le valió el apodo que la acompañaría para siempre, aunque se rumoreaba que era una coincidencia y que su nombre provenía del negocio familiar, «Es Forn de Can Rollet». Pero más allá de su aspecto, era su forma de vivir la vida lo que la hacía verdaderamente extraordinaria.
Las historias sobre «Na Bel Rollet» son tan variadas como sorprendentes. Se dice que una vez decidió subirse a la noria del Ram, en plena feria. Ya sea por un fallo mecánico o simplemente porque no le gustó la experiencia, decidió abandonar la cesta en pleno giro y bajar por los hierros de la estructura, ante la sorpresa y los gritos de los demás pasajeros y espectadores. Otras veces, sin embargo, su excentricidad tomaba formas más inofensivas, como detenerse en una terraza de bar para tomar un trago del vaso de algún cliente antes de continuar su camino con una sonrisa.
Na Bel de Ca'n Rollet
Su radio de acción era el corazón de Palma: el Borne, la Rambla, la Plaza de Cort. Pero antes, solía deambular por su barrio de toda la vida, el Terreno, donde todo el mundo la conocía. Para desplazarse, hacía uso del tranvía, subiéndose y bajándose en marcha y colgándose del estribo hasta que llegaba a su destino, dando saltos como un pato mareado al bajar.
Los domingos, sin falta, acudía a las galas matinales del Teatro Lírico, donde disfrutaba de los conciertos de música pop de los grupos locales, cantando, saltando y llenando el lugar con su energía inagotable. «Na Bel Rollet» vivió siempre según sus propias reglas, pero esta libertad también sería su perdición.
Aquí estaba "es Forn de Can Rollet", en El Terreno
El fatídico 7 de julio de 1973, mientras intentaba cruzar la nueva autovía a los pies de la catedral de Palma, fue atropellada por un automóvil. Se dice que sus últimas palabras fueron un inesperado «Ha sido culpa mía». Con su muerte, se cerró el capítulo de los personajes curiosos, únicos y excéntricos que habían marcado la vida de la ciudad en el siglo XX.
Esquela recordatoria en el tercer aniversario de su muerte
«Na Bel Rollet» se convirtió en la última de su estirpe, recordándonos que, en un mundo cada vez más masificado y homogéneo, la individualidad y la excentricidad son cualidades cada vez más raras y valiosas. Su legado perdura como un recordatorio de una época en la que la diversidad y la originalidad eran bienvenidas en las calles de Palma. Aunque el tiempo pueda diluir los recuerdos, la memoria de «Na Bel Rollet» seguirá viva en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de cruzarse con ella en aquellos días dorados del pasado.
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El escritor Lluis Fabregas i Cuxart (Palma 1906-1979)
Algunos días después de su muerte, el escritor Lluis Fabregas i Cuxart (Palma 1906-1979) escribía en la sección de «Cartas al Director» del Diario de Mallorca un panegírico loando su memoria y que explicaba el inicio de su historia y que reproduzco a continuación.
Sr. «Director de Diario de Mallorca».
Me es grato darle las gracias por la deferencia que Usted me guarda. La presente Carta, tiene significación de recuerdo en memoria de Na Bel de Can Rollet. Expiró entregando su Alma a Dios la víspera de su onomástica, Santa Isabel de Portugal.
Nos ha dejado por siempre jamas, Isabel Bauzá. Todos la conocían, y supongo que muy pocos por su apellido, y , una inmensa mayoría, sabe de ella por sus «locuras». Así pues, en su recuerdo puedo deciros que la gente de mi tiempo la conocimos de muy niña. Cinco o seis años de diferencia, son muchos, cuando se es joven. Así nosotros, los sexagenarios, estuvimos a tiempo de conocer a los padres de Na Bel y a sus hermanas mayores. Fueron los Bauza-Tomás los propietarios de la casa y el horno, el más antiguo de El Terreno, conocido con el «mal nom» (mote) de Can Rollet.
Dejando el horno al otro lado de «sa carretera d’Andratx», -que aunque se llamara oficialmente de Alfonso XIII, republicanos, monárquicos y otra gente apolítica, para todos era «sa Carretera»-, en una tienda, donde ahora hay un bar que se llama «Carrousel», los Bauzá, pusieron un estanco. Fue el primero y el único dentro de nuestra barriada. Los de mi tiempo, recordamos como si fuese ahora a Na Bel. Era una niñita, delgada, extrovertida, de cabellos dorados como hilo de oro. La veíamos con las manos entrelazadas, arrodillada encima de una silla encordada y con los codos encima del mostrador con encimera de mármol. Tenía a su alcance la guillotina de cortar la punta a los cigarros «porres» y «peninsulars» cosa ésta que le encantaba hacer.
El estanco de Ca’n Rollet contaba con mucha clientela, y la mayoría, taberneros y amos de «merenderos» de por Cala En Cranc, Sant Agustí, Portals y Son Caliu. Solían comprar al por mayor. Así, Na Bel, ya atinaba en la comanda: 300 fillets, 150 d’entrefins, 30 corterons grossos, 100 dels altres. Dos cajas de Pay Pay, otras de Bambú, y así iba enumerando del comprador lo que quería. Mientras su hermana Joaneta iba sirviendo y anotando el precio. Aun no había acabado de enumerarlo todo, Na Bel, de cabeza, ya lo había sumado y decía la cantidad exacta. Cuando la hermana que era muy diestra, había sumado la partida, todo el mundo quedaba asombrado de ver como Na Bel no se había equivocado. Era un caso, la inteligencia de aquella niña de cinco o seis años.
Pero su cabecita trabajó demasiado, y le sobrevino un ataque de meningitis. Pudo curarse a costa de muchos cuidados pero ya no seria la misma. Mas tarde, estuvo en «Ca Ses Dureta» y aprendió el oficio de planchadora. Y también demostró tener suma destreza, ya que, las piezas delicadas de tul y otras telas de seda, le fueron encargadas solo a ella, tratándolas de lo mejor. Puñetas, filigranas, bordados, mantones, etc, para Ca’n Bonet de la calle de Sant Nicolau, solo Na Bel «rollet» los podía tocar.
Así a «grosso modo» he querido remarcar la existencia terrena de Na Bel Bauzá i Tomás, que fue creyente y buena chica. Ya se ha ido, y Dios le dará Gloria, y a los suyos resignación. Na Bel ya no esta, pero quedará en el recuerdo de todos los Terreneros y de la Ciudad.
Suyo afectísimo.
Lluis Fabregas i Cuxart
Autovía ante la Catedral de Palma sobre la década de los años '70
Fuentes: