Se erigió como un faro de esperanza, guiada por los principios de Neutralidad, Imparcialidad y Humanidad y comprometida a prevenir y aliviar el sufrimiento humano en todas sus formas
El 6 de julio de 1864, Cruz Roja Española nació a través de una Real Orden de la Reina Isabel II, como parte de la visión humanitaria de Henry Dunant tras presenciar los horrores de la batalla de Solferino, en el norte de Italia, donde los ejércitos francés y austriaco venían de librar la batalla más sangrienta que el suelo europeo había conocido desde Waterloo. Ante él, esparcidos en las fosas, las llanuras y los valles, yacían cerca de 40.000 soldados muertos o heridos, abandonados a su suerte.
Henry Dunant se indigna frente a lo que ve, y lo que hará en consecuencia tendrá una profunda influencia en la acción humanitaria, que perdurará hasta la actualidad, convirtiendo a esta organización en un faro de esperanza guiado por los principios de Neutralidad, Imparcialidad y Humanidad.
Nicasio Landa, un médico militar navarro, y Joaquín Argulló, un aristócrata y filántropo valenciano, fueron figuras clave en el establecimiento de la Cruz Roja Española. Acudieron a la primera conferencia en Ginebra en 1863, contribuyendo a la formación del Comité Internacional de la Cruz Roja. Después de numerosas gestiones y reuniones, se constituyó la delegación española de Cruz Roja.
El 2 de marzo de 1864, se formó una junta organizadora que preparó el terreno para la fundación de Cruz Roja Española. Ese mismo año, España firmó el Primer Convenio de Ginebra el 22 de agosto, comprometiéndose a proteger a los soldados heridos sin importar el bando y estableciendo las bases del actual Derecho Internacional Humanitario.
Durante esos primeros años, a Cruz Roja Española se la conoció como la “Asociación Internacional de Socorros a Heridos en Campaña de Mar y Tierra. Sección Española”. Una Institución declarada de utilidad pública que fue acogida por la sociedad con esperanza y mucha expectación, como recogen los diarios de la época.
Durante más de 160 años, Cruz Roja Española ha continuado su labor humanitaria, extendiendo su ayuda más allá de los campos de batalla, adaptándose a nuevas necesidades y desafíos. Hoy en día, sigue siendo el mayor movimiento internacional, independiente y voluntario del mundo, cumpliendo la visión de Henry Dunant de aliviar el sufrimiento humano en todas sus formas.
Nicasio Landa
Anécdotas de la Historia
La historia cuenta que Nicasio Landa, a pesar de su estatus y reconocimiento en la sociedad, nunca dejó que el orgullo o la vanidad se interpusieran en su labor médica. Se dice que una noche, mientras asistía a un elegante baile en la sociedad pamplonesa, fue avisado de que un paciente suyo, de escasos recursos, necesitaba atención urgente. Sin pensarlo, Landa dejó el evento y se dirigió a la casa del enfermo. Al llegar, se dio cuenta de que no tenía su maletín de médico consigo, pero eso no lo detuvo. Utilizó el mandil de baile que aun vestía para improvisar vendajes y atender las necesidades médicas de su paciente.
El mandil, una pieza tan aparentemente básica, acabaría teniendo una relevancia notable en la vida del doctor Landa y le serviría para responder a necesidades sanitarias también en el futuro. Por ejemplo: un problema común de la época en la atención a los heridos en el campo de batalla era, por un lado, su levantamiento para transportarlos a la ambulancia y, por el otro, su retirada hasta el hospital.
El doctor Landa observó que los vendajes tradicionales muchas veces eran insuficientes para los cuidados que requerían los soldados heridos y que se necesitaban soluciones que permitieran agilidad y rapidez a la par que cumplieran con la funcionalidad de protección que los heridos requerían. Un mandil, nuevamente, ayudó a resolver la situación: un trozo cuadrado de tela (generalmente algodón), con un palo de madera insertado en ella para mantener su forma y posición, más correas o cordones de cuero unidos a las esquinas de la tela, dieron como resultado el famoso mandil Landa.