Estas imponentes fortificaciones, que en su día protegieron a la capital mallorquina, habrían sido hoy un atractivo turístico de gran valor, capaz de desestacionalizar la afluencia de visitantes y poner en valor la riqueza cultural de la ciudad.
Palma, una ciudad con una rica historia defensiva, ha visto cómo sus antiguas murallas han desaparecido con el tiempo, dejando tras de sí un legado que lamentamos no haber conservado. Desde las primeras fortificaciones construidas entre los siglos IV y V, pasando por las murallas islámicas de la Madina Mayurqa del soberano Mubashshir Nâsir al-Dawla (1095-1114), hasta las grandes reformas realizadas bajo el reinado de Felipe II en el siglo XVI, Palma fue un enclave fortificado de gran importancia estratégica.
Las murallas medievales que defendieron la ciudad durante siglos no fueron suficientes frente a la amenaza de la artillería pesada que emergió en el siglo XV, lo que llevó a la construcción de nuevos baluartes y fortificaciones. El ingeniero italiano Giovan G. Palearo Fratino diseñó en 1574 un sistema de defensa con baluartes como el de Sant Pere y el de Santa Margalida, capaces de resistir los cañones enemigos. Estas estructuras no solo fueron testigos de la historia militar de Palma, sino que también definieron la forma y el carácter de la ciudad durante siglos.
De haberse conservado estas imponentes fortificaciones, Palma habría contado hoy con un recorrido monumental por sus baluartes y puertas, como la Porta Nova de Santa Margalida, donde las tropas de Jaume I entraron en 1229. Además, habrían representado un atractivo turístico de gran valor, ofreciendo a los visitantes una oportunidad única de explorar la historia y arquitectura de la ciudad. Este tipo de patrimonio podría haber ayudado a desestacionalizar el turismo, atrayendo a quienes buscan conocer la historia y cultura de Palma fuera de la temporada estival.
Aunque gran parte de las murallas ya no existe, su historia sigue viva en la memoria de la ciudad y en los pocos vestigios que aún se pueden ver. El valor de estas fortificaciones va más allá de su función defensiva: habrían dotado a Palma de un reclamo cultural que, sin duda, habría incrementado su prestigio a nivel internacional.
Foto de Guillem Bosch del Diario de Mallorca