Los investigadores concluyen que casi la mitad de los episodios extremos en el mar no habrían ocurrido sin el cambio climático causado por el ser humano
Palma, 15 de abril de 2025 – Un estudio liderado por la Universidad de las Islas Baleares (UIB) y el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA, CSIC-UIB) en colaboración con la Universidad de Reading (Reino Unido), ha demostrado que las olas de calor marinas se han triplicado desde 1940 debido al calentamiento global. Según los investigadores, el 47% de los episodios de calor extremo registrados entre 2000 y 2020 no se habrían producido sin el efecto de las actividades humanas.
La investigación, publicada en la revista científica PNAS, ha sido liderada por la doctora Marta Marcos, profesora del Departamento de Física de la UIB, quien explica que «las olas de calor marinas, como la que afectó al Mediterráneo en el verano de 2023, tienen consecuencias muy importantes para la vida marina, dañando ecosistemas como los arrecifes de coral o las praderas marinas».
El equipo ha desarrollado un modelo climático contrafactual que elimina el efecto del calentamiento global y permite comparar los datos reales con un escenario climático estable. El análisis revela que, además de aumentar su frecuencia, las olas de calor marinas son ahora un grado más intensas de media que hace ocho décadas.
Episodios como los registrados entre 2021 y 2023, con picos superiores a los 2º C, se consideran ya síntomas claros del impacto climático, afirma Marcos, quien también apunta a casos similares como la ola de calor del noreste del Pacífico (2014-2015) o la del mar de Tasmania (2015-2016).
Asimismo, el estudio revela una amplificación de estos fenómenos desde el año 2000, y destaca que su distribución es desigual: mientras que en zonas tropicales se repiten con mayor frecuencia, en regiones como el Atlántico Norte, el Pacífico Norte o el mar Báltico son menos frecuentes pero mucho más intensas.
Este trabajo permite, según los autores, mejorar la anticipación de riesgos climáticos y diseñar estrategias de adaptación local y regional frente a un contexto cada vez más adverso para los ecosistemas marinos.