Resurgen de entre las cenizas etéreas como el ave fénix,
justo cuando todo parece extinguirse. A su auxilio se le llama la bendición de
los corsarios, los que surcan cielos intrépidos porque el mar se les ha quedado
pequeño. Su origen anfibio les permite tirarse de panza al agua o acurrucarse
entre las nubes antes de reírse del fuego. Desaparecen tan rápido que a su
vuelta sueltan el rebufo de los ciclones, aguantan el último aliento, donde
ponen el ojo te ponen a remojo, siempre con el rumbo perfecto.
Su estela llamativa de colores patrios es utilizada por la
mayoría de aviones de extinción de diferentes países, no en vano nació para
evitar la confusión entre los barcos de la Armada española en el s. XVIII, rectángulo
antibalas rojo y gualdo. Su aproximación a cualquier punto es una evidencia
épica de todo el potencial de nuestros hombres y mujeres que se lanzan donde
estalla el mercurio. Rápido, sobrevuela mi coronilla intempestiva, este punto
geográfico que arde es el botijo que llenas de acuerdo a la convicción de tu
servicio. Corsario, has venido a salvarme.
Foto de Ejército del Aire
Foto de Israel Pozo @israelpozo.photography
Foto de Israel Pozo @israelpozo.photography. Depósitos de agua y de espumógeno
El 43 Grupo de Fuerzas Aéreas es una unidad del Ejército del Aire de España dependiente orgánicamente del Mando Aéreo General (MAGEN), operativamente de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y funcionalmente del Ministerio para la Transición Ecológica, que decidirá sobre su utilización.
El Canadair CL-215T y CL-415
El protagonista principal y emblema del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas es el Canadair CL-215 y CL-415. «Un seguro de vida» como lo llama el subteniente Santos, mecánico de vuelo con más de 10 años de experiencia en la Unidad. Los actuales aviones, algunos de ellos con más de
cuarenta años de servicio en extinción de incendios, son aviones remotorizados, a los que se le añade un «T», CL-215T.
Antiguamente eran de pistón y ahora llevan 2 turbohélices Pratt & Whitney de aproximadamente 2300 cv al eje, «son motores muy potentes y fiables«.
Los nuevos modelo CL-415 se entregan con la instrumentación en pantallas de cristal (glass cockpit). La cabina y los asientos son más ergonómicos y el sistema de agua es diferente en cuanto a la extinción de incendios. El CL-215T tiene una compuerta por cada depósito de agua y el CL-415 tiene 2 compuertas por cada depósito, lo que supone diferentes configuraciones en el caudal de agua que se descarga.
Este año se cumplen los 50 años desde que se recibió el primer Canadair CL-215 y en 2018 la Unidad completó las 175000 horas de vuelo. A día de hoy el total de horas roza las 182000. Según el Teniente Fernández, piloto de la Unidad, realizan una media anual de 3000 horas, entre vuelos de instrucción/adiestramiento y misiones de extinción reales. La media de horas de vuelo por tripulante es de 150-200 horas anuales.
Si nos fijamos en sus formas, el fuselaje parece la estructura de una embarcación, en los que destaca la quilla entre otros elementos náuticos como el ancla, el bichero o diferentes cabos, que llevan a bordo, para usarlos en maniobras de atraque. La versatilidad de este avión al ser muy potente es ser capaz de volar muy lento, es óptimo para operar en zona de incendio.
Foto de Israel Pozo @israelpozo.photography
Foto de Israel Pozo @israelpozo.photography
Primeros pasos de la Unidad
La primera misión del CL-215 fue una búsqueda SAR (búsqueda y salvamento) al oeste del cabo Finisterre, el 11 de marzo de 1971. La primera misión de extinción se realizó el 9 de julio, en la provincia de La Coruña, con una tripulación mixta (canadiense y española). La primera extinción con una tripulación totalmente española se realizó el 23 de marzo de 1972, en la provincia de Santander. En enero de 1973 estos aviones, junto con avionetas L-9 (Dornier 27) con depósito de 400 litros de agua, formaron el 404 Escuadrón de Fuerzas Aéreas. Tras los satisfactorios resultados en la operación de los CL -215 se decidió la compra de nuevos aviones y la unidad pasó, en diciembre de 1973, a ubicarse en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid). (fuente: Ejército del Aire)
Foto de Tony Carbonell. Subteniente Santos, mecánico de vuelo
Foto de Tony Carbonell. Capitán Muñoz, piloto de la Unidad
Nuestra tripulación de Corsarios
Nuestros
pilotos son la ordalía de las llamas, ansiados y valerosos, no se dejan
sucumbir por el estertor de las cenizas. Regresan a refrescar mientras los
héroes de tierra y barro se alegran de esa lluvia de sal a sotavento. Las
miradas que trascienden de la cabina se conectan con los pies descalzos y el
remolino de masa forestal fundida. Conexión con la Madre Tierra que ahuyenta
con sus raíces a los bandidos que la queman.
El veterano piloto Capitán Muñoz, a días de ascender a Comandante, nos
explica que las tripulaciones que conforman el 43 Grupo de Fuerzas Aéreas
tienen un dedicación exclusiva durante todo el año para las misiones de
extinción en todo el territorio nacional. Durante la campaña de verano se
despliegan diferentes destacamentos en las bases de Pollensa, Málaga, Salamanca,
Zaragoza, Santiago de Compostela y la permanente en la Base Aérea de Torrejón
de Ardoz.
Durante el vuelo participan 2 pilotos y un mecánico de vuelo, mientras en
tierra aguardan un mecánico de tierra y un auxiliar de mantenimiento. El Capitán
Muñoz pone en valor la especialización de los miembros de la tripulación que
forman una gran familia dentro y fuera de la plataforma y la cabina.
Foto de Israel Pozo @israelpozo.photography
Los pilotos tienen distintas calificaciones que van adquiriendo con el
tiempo y la experiencia, en orden ascendente son: LCR, CR-1, CR-2, CR-3. Las
diferencias entre ellas son los tipos de vuelos que pueden realizar como
comandante de aeronave (el último responsable y que va sentado a la izquierda de la cabina). LCR: solo
puede actuar como copiloto. CR-1: puede volar como comandante en vuelos
logísticos (posicionamiento de aeronaves en diferentes bases), pero no en extinciones. CR-2 y
CR-3: pueden volar en incendios como comandantes de aeronave. Los pilotos para
calificarse como CR-2 y CR-3 necesitan unas 500 y 1000 horas de vuelo,
respectivamente, nos aclara el Teniente Fernández, responsable de la Oficina de
Comunicación del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas.
Al inicio de las actividades tanto los mecánicos como los pilotos tienen como principal objetivo la puesta en marcha de la aeronave. Los mecánicos se encargan de comprobar que los sistemas del avión estén operativos y localizar si existe alguna novedad para solventarla o reportarla al siguiente escalón, lo que se conoce como «prevuelo», que también realizan los pilotos antes de subir a bordo. Ya durante el vuelo comprueban entre otros, los pesos de carga de agua, “ya que no se puede cargar siempre a tope. Va en función del peso del avión, del combustible que llevemos, tenemos que ir midiendo”. Para ello bajan las «sondas» (probes, en inglés) que les permite medir la cantidad de agua que pueden cargar para no sobrepasar el peso de la estructura del avión. También se encargan del manejo del flap y de los motores durante la puesta en marcha.
En total disponen de 18 aviones, 14 CL-215T y 4 CL-415. No todos están
operativos a la vez por cuestiones de mantenimiento. Para la campaña de verano,
el número de aviones disponibles suele variar entre 10 y 13. Actualmente en la
unidad están destinadas unas 150 militares, de los cuales 74 son tripulantes
(49 pilotos + 25 mecánicos de vuelo).
Miguel Ángel Ramírez de Arellano Alonso
Miguel Ángel Ramírez de Arellano Alonso
Miguel Ángel Ramírez de Arellano Alonso
Características de la misión
La misión fundamental del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas del Ejército del Aire Español es la extinción de incendios forestales y como secundaria, la misión SAR (Search And Rescue), búsqueda y salvamento en las diferentes zonas que el mando determine.
En el año 2020 se realizaron 3000 horas
de vuelo, de las cuales, 1244 fueron de extinción. Lo que supone alrededor de 277
misiones de extinción. De 2010 al 2020 se han contabilizado 43.773 horas, de
las cuales, 15.474 han sido de extinción. En torno a más de 1000 horas de
misiones de extinción de media al año. Estas cifras muestran la magnitud del
riesgo al que están sometidas las tripulaciones del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas.
Un servicio apreciado por la sociedad que ve en estos barcos alados un aliado en
la lucha contra los devastadores incendios forestales.
El Capitán Muñoz nos explica orgulloso las características de la misión,
desde la maniobra de carga a la de descarga. Para la maniobra
de carga de agua, el avión se aproxima al agua y una vez que la quilla toca en
el pantano o en el mar, bajan unos mecanismos denominados «sondas», que son como
unas pequeñas cazoletas que, por presión dinámica, con el avance del avión, van
cargando el agua dentro de la aeronave. Los dos depósitos de los que dispone el
CL-215T a ambos lados
de la quilla, le permite cargar 6 toneladas de agua
(6ooo litros) en 12 segundos. Una cantidad bastante importante, que le da el
privilegio de ser la aeronave de extinción en territorio nacional como mayor
capacidad de carga de agua. Para ganar eficacia en la descarga, si la misión lo
precisa, desde la cabina se puede añadir al agua un espumógeno que aumenta la
restricción de oxígeno en el fuego.
La tripulación lleva un equipo de dotación en los chalecos que está compuesto por un espejo de señales, una linterna estroboscópica, la PLB (es una radiobaliza para que nos localicen en caso de accidente), el MEER de respiración autónoma, un silbato y la luz que va en el propio chaleco, además de una barra de luz química.
Según el Teniente Fernández no suelen apreciar la temperatura de un incendio, como si lo puede hacer un bombero forestal en tierra. “Aunque para hacer una descarga de agua sobre el incendio nos tengamos que acercar bastante (la altura de lanzamiento óptima son unos 100 pies, o 30 metros), esto es un procedimiento rápido. Además de que intentamos siempre evitar meternos en humo denso porque no vemos y también puede afectar a la combustión de los motores del avión”. Lo que sí es común, es sentir bastantes turbulencias en la zona, debido a las temperaturas que forman corrientes de aire verticales. “En definitiva, la temperatura que sentimos en cabina no difiere demasiado de la ambiental”.
Foto de Ejército del Aire
¿Sabéis por qué a los CL-215T les llaman los botijos?. Pues no es porque echen agua, sino por las altas temperaturas que tenían en cabina, antes de la llegada del aire acondicionado que, les obligaba a abastecerse de agua y que mejor que, un botijo, para mantener el agua fresquita. Nuestras focas del Mediterráneo seguirán surcando los cielos y los mares de Baleares y nosotros contemplaremos con orgullo que son nuestros, de todos.
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Muchas gracias al Aeródromo Militar de Pollensa, al patrón de la embarcación Pollensa II, Mateu, al 43 Grupo de Fuerzas Aéreas, en especial al Teniente Adrián Fernández, OFICOM de la Unidad por su dedicación y amabilidad en todo el proceso..
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FOTOGRAFÍA y VÍDEO
Tony Carbonell