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Los mercados de la ciudad de Palma

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Desde la antigüedad tenemos la certeza de que toda la actividad comercial, compra-venta de alimentos, artículos cotidianos, hasta artículos de uso puntual y toda clase animales, se realizaba en mercados y ferias al aire libre. En todas la ciudades y pueblos, incluso en la más remota aldea, tenían habilitado un espacio en una calle o plaza (preferentemente en estas últimas) para celebrar estas transacciones.

En la Palma de finales del siglo XIX se había regulado la ubicación de estos mercados. El principal estaba ubicado en la Plaça d’es Mercat, en la calle Unión, detrás de la iglesia de Sant Nicolau. Allí se podían adquirir a diario los tubérculos, hortalizas y legumbres en unos puestos a la vista de todos, que podían ver y elegir lo que le gustara.

Foto de la Plaza de Abastos de la plaza Mayor de Palma, como veis eran una sucesión de toldos, mucha gente comprando y a la izquierda estaba las mesas reguladoras del ayuntamiento

También en la Plaza Drassanes podían acudir los vecinos de la zona a adquirir las verduras que les fueran necesarias. En la Plaça d’es Mercat los sábados, además de los productos cotidianos, también acudían los vendedores de objetos domésticos, de barro, telas, y demás, incluido vendedores de pequeños muebles. Cada sábado, en las Ramblas se montaba un mercadillo de jarras, ollas y otros objetos de alfarería mallorquina. En la Plaza Santa Eulalia tenía lugar un mercado donde se vendían pájaros, especialmente canarios y palomos.

El mercado para la adquisición de pescado se encontraba al comienzo de los muelles. No era muy concurrido, ya que la mayoría del pescado se vendía directamente de las barcas o por las calles. El día de Reyes se montaba un gran mercado en la Rambla donde se podían adquirir juguetes y objetos para regalo. El 21 de diciembre, día de Santo Tomas, se celebraba un mercado en la Plaza de Ses Enramades y la vecina Porta de San Antonio. Un mercado de animales propios de la Navidad, pollos, pavos, lechones etc. En la Plaza Mayor se instalaban los vendedores de frutas, turrones, y productos navideños. Ya después por San Antonio, en la Plaza de Ses Enramades, se organizaba una feria de cerdos y por Semana Santa una de corderos.

Fotografía del Sr. Carles Fargas en la década de los años ’10 ó ’20, del mercado que se hacía entre la puerta de San Antonio con calle Manacor y la calle Aragón. en este sitio se ven varias piaras de cerdos y ses enramades que eran hostales y cobijo de animales

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Con el tiempo, estos espacios fueron evolucionando hasta convertirse en elaboradas edificaciones con estilo arquitectónico para albergar esta actividad. De esta forma se podría conseguir toda clase de productos de alimentación, tanto cárnicos como hortícolas y pescado, además de llevarse un control de calidad. El primero se construyó en la Plaza Mayor, que se acabaría convirtiendo en el gran Mercado del Olivar. También se construyeron mercados en diferentes barriadas de Palma, como el de Santa Catalina, el de Pere Garau, el de Camp Redo, el del Tenis o Levante.

Instalados los mercados en su ubicación definitiva y sus vendedores con un puesto de venta fijo, los mercados semanales, en algunas zonas, con más o menos importancia, siguieron existiendo y una vez a la semana, acudían los payeses y vendedores, generalmente de los pueblos y la part forana, a vender sus animales y productos.

En esta fotografía de 1932 y realizada por el fotógrafo Gaspar Rul·lan Garcias, vemos uno de los tenderetes que se colocaban alrededor de los mercados de Palma

Tal vez, el más importante, siguió siendo el de los sábados en las Avenidas, aprovechando el arraigo que antaño tuvieron las ferias que allí se celebraban. Este mercado semanal era muy frecuentado por los criadores de animales dedicados al consumo culinario, así como productores de hortalizas. Su éxito fue tal, que lo convirtió en el referente en el mundillo del consumo doméstico.

Después de la Guerra Civil Española se abrió una época de escasez y racionamiento que provocó una situación de pobreza en la mayoría de familias palmesanas. Pero como ocurre siempre, estas situaciones conllevan una agudeza del ingenio para sobrellevarlas. Ante la escasez de bienes de equipo y de todo lo que se había podido disponer hasta el momento, llegó una época en que todo se vendía y todo se compraba por inverosímil que fuera. Y así fue como surgió un mercado junto al de Avenidas, en el que se ofrecía todo lo que se tuviera disponible. Acudían allí quien ante la necesidad de comprar alguna cosa, tenía la posibilidad de encontrarla de segunda mano a un precio razonable. A este mercadillo que llegó a ser muy popular, se le llamo “el baratillo”. Hemos de pensar en una época en la había mucha escasez y la simple compra de un martillo representaba un gasto oneroso para muchas familias, que iban allí con la esperanza de encontrar uno que les fuera útil y pudieran conseguirlo a un precio módico.

La plaza de los Institutos ha servido como la fira del Ram, o hasta de «baratillo», ya sabéis, el mercado de ocasión de 2ª mano

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Este mercado se fue ampliando en número de vendedores y diversidad de objetos. Allí se podía encontrar como hemos dicho hasta lo más increíble; muebles, herramientas, puertas, objetos personales, ropa, libros, etc.

A finales de los años cuarenta espoleados por la necesidad apareció la figura del charlatán. Personaje acompañado siempre de una gran maleta en la cual llevaba la esperanza de su día a día, y el sueño de muchos, que embobados, le escuchaban, y compraban los objetos milagrosos que él les ofrecía. Recuerdo uno que era muy famoso llamado “Peña” y que era capaz de regalar una docena de peines de baquelita infame, pero que, ante la falta de todo, eran vistos como preciosos por los que le escuchaban y para después les vendía una pluma estilográfica o bolígrafo de la marca Parker, más falso que un euro de esparto. Era el arte de saber embaucar a la gente ante la necesidad de sobrevivir.

En las obras de la plaza Mayor uno de los últimos edificios que desapareció fue el de la pescadería. Envío de Manuel Angel Gimenez Vicente

Todo este submundo fue desapareciendo ante la normalización de los suministros a finales de los años 70. Pero los comerciantes que habían hecho del baratillo su medio de vida, se resistieron a desaparecer y se reconvirtieron en ”anticuarios”. El viejo martillo, la vieja silla o el viejo mueble que antaño se ponía a la venta para cubrir la necesidad de alguien que no podía comprarla nueva, se convirtieron de la noche a la mañana en objetos antiguos. Y así fueron perdurando en los tiempos hasta ahora, en que se ha convertido en un “rastro” en el que se ofertan cachivaches y objetos que tienen cierta pretensión de antigüedad, aunque en verdad también se puede encontrar algo interesante.

En cuanto a la celebración de ciertas fechas, existen todavía una serie de mercados muy concretos, como pueden ser los de animales por Navidad. Hace unos años, por estas fiestas, en la plaza Mayor se instaló un mercadillo de figuras de Belén y objetos decorativos. En la Plaza de España uno de objetos para regalo. En las Ramblas se puede disfrutar de un mercado de flores y numismática durante todo el año y en Navidad, uno de puestos de artesanos de la piel, orfebrería, cerámica, etc.

Mercado de la Plaza Mayor, y en primer termino los puestos de flores

Antigua y paralelamente al mercado sabatino, existía una especie de mercado virtual, en el cual no había ninguna clase de exposición, pero en el que se movían grandes cantidades de dinero y comercializaban productos, desde animales y hasta fincas. En un hostal cercano a la plaza Mayor. era costumbre que se reunieran todos los amos de fincas (possessions) que bajaban a la ciudad, siguiendo una ancestral costumbre que se realizaba los sábados. Allí hacían sus negocios (barrinas), comerciaban con sus “Splets”, productos de sus añadas, animales, aperos y herramientas. Se dedicaban a intercambiar información sobre su mundo, precios, enfermedades agrícolas y del ganado, remedios, etc. No siendo muy frecuente, pero si posible, la compra-venta de alguna finca.

Con el cambio de época, empieza a desaparecer el mundo rural que ha quedado reducido a la mínima expresión con la supervivencia de algunos huertos; el cambio de modelo de las grandes fincas, abandonadas y algunas convertidas en Agroturismo; cambios económicos, la irrupción de las grandes superficies, ha cambiado sustancialmente el sistema de adquisición de suministros, quedando solo algunos mercados y viendo recortados sus puestos. Ahora mismo la ciudad dispone del Mercado del Olivar. Mercado Plaza Pedro Garau, el de Santa Catalina y Levante.

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Mercado de la Plaza de Pere Garau tomada en 1969
Mercado del Olivar en el año 1951, podéis comprobar que no estaba el edificio del BBVA, ni los edificios de la calle Josep Tous Ferrer
Interior del Mercado del Olivar tomada en los años ’60 por el fotografo Planas i Montanya
Antes de construir el Mercado del Olivar, el mercado más grande que había en Palma era el de la Plaza Mayor
En la ubicación del Mercado del Olivar, se montaba este pequeño mercadillo de puestos de frutas y verduras
Dia de mercado en la Plaça de Quadrado. Sobre la década de los años ’20

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