La historia de este claustro barroco se remonta al año 1600, cuando un antepasado de la familia del marquesado de la Fontsanta, Don Esteban Conrado y de la Bau, había heredado una finca en Santa María del Camí (Mallorca), llamada ca n’Andria, que se extendía desde la entrada de Santa María hasta la localidad de Consell. La devota familia Conrado, originaria de Italia, siempre había dado protección a una orden Franciscana, en concreto, a aquella que mostrara mayores votos de pobreza y ese privilegio recayó sobre la Orden de los Mínimos que fueron animados a venir a Mallorca por Don Esteban Conrado. La Orden de los Mínimos fue fundada por el calabrés san Francisco de Paula (Paula,1416- Plessis les Tours, 1507) en el sur de Italia el año 1435, obteniendo la aprobación canónica del papa Sixto IV en 1474.
Una vez en Mallorca, se instalaron en un primer convento en la zona del barrio de la Soledat de Palma. El barrio recibe este nombre porque el primer convento que se construyó estaba dedicado a la advocación de la Virgen de la Soledad, muy venerada en la iglesia católica. Pero la estancia en el lugar de los frailes mínimos no fue la deseado debido a problemas de insalubridad, al estar situados en una zona pantanosa con inmensos criaderos de mosquitos. Ante esta situación, acudieron a Don Esteban Conrado para solicitarle el traslado a otra zona más habitable de la isla.
Don Esteban pensó en aquellos terrenos heredados y realizó una cesión modal de una pequeña parcela de Ca n’Andria para que se construyera un nuevo convento, financiado en gran medida por el propio Don Esteban. Esta cesión modal venía sujeta a una cláusula por la cual esa propiedad pasaría a manos de los familiares o herederos si la orden dejaba de habitarla.
En Santa María, los frailes se dedicaron a la enseñanza de los menores del pueblo y alrededores, a la sanidad y a la rebotica con la elaboración de ungüentos para aliviar o calmar dolores. 150 años después de habitar en el convento, recibieron una notificación desde Madrid, en el que una ley desamortizaba los bienes de la iglesia en general. En concreto, en Mallorca desamortizaron la Cartuja de Valldemossa o una iglesia y hospital de la Orden de Malta, con la intención gubernamental de poner estos bienes en venta para la recaudación de las arcar públicas.
Este convento de Can Marqués se pudo salvar de la desamortización de Mendizábal gracias a la cláusula que remarcaba que, en ausencia de los frailes mínimos, los bienes pasaban a manos de lo herederos. Al quedar el convento deshabitado fue expoliado por parroquias y gentes de otros pueblos. El obispo de Mallorca de aquella época, Don Rafael Manso, afirmaba que los frailes habían desarrollado un trabajo encomiable en favor del pueblo y consideró que debía existir una parroquia abierta para el culto, además de la parroquia del pueblo. Fue por lo que solicitó al Marqués de Fontsanta la recuperación de ese patrimonio. El marqués observó estupefacto la decadencia del edificio y se negó a reformarlo debido al elevado coste que supondría la reforma.
El obispo don Rafael Manso fue muy insistente y al ver que el marqués no quería hacerse cago de la propiedad se fue a Madrid para hablar con el hijo del marqués, que residía en la corte real de Isabel II y lo convenció para la reconstrucción de la iglesia, convirtiendo la parte conventual en una residencia señorial muy importante (1835) siendo inaugurada por la propia reina Isabel II.
El marqués de la Fontsanta puso la iglesia a disposición del obispado para que mantuviera el culto, volviendo a realizar una cesión modal del edificio. Hace 4 años el actual obispo de Mallorca Don Sebastià Taltavull comunicó a la familia que no podía mantener el culto y renunció a la propiedad en detrimento de la familia que ostenta el marquesado de la Fontsanta.
Don Josep propone que los pueblos del Raiguer de Mallorca podrían crear un centro de cultura en la iglesia, previa restauración, para celebrar exposiciones, conferencias o conciertos. El Marqués reconoce que ninguna administración ha apoyado el proyecto, a excepción del ayuntamiento de Santa María que considera al convento de can Marqués como un oasis de extraordinaria belleza.
No en vano, el complejo fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC). El conjunto consta de unos jardines románticos en el exterior, que incluye en la catalogación, con un árbol llamado bellaombra que se plantó al inicio de las obras de la iglesia (1630-1680) que consta de un claustro barroco de cierta modestia y una casa conventual reconvertida en vivienda señorial. Es el monumento más importante del pueblo de Santa María y el mantenimientode los edificios supone un enorme gato para el marqués que lo sigue manteniendo por el cariño y el honor que le precede a su familia.
Actualmente, el claustro y los jardines del Convent del Marqués se utilizan para celebrar eventos y bodas. Es una de las mejores opciones para celebrar una boda con un aire de distinción y glamour. Está diseñada para crear bodas de ensueño, ofreciendo veladas románticas en su clastra, ceremonias preciosas en sus jardines y aperitivos especiales en sus terrazas.