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El Monasterio de la Real de Mallorca

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Alrededor de la Ciudad de Mallorca, a unos tres kilómetros de la antigua rnurada, discurre el Camino de los reyes, atravesando las carreteras que conducen a Valldemossa y Esporles. En el lugar donde se encuentra la cruz de Can Granada sube otro camino -antiguamente sombreado de cipreses, hoy de moreras y algún algarrobo- que nos deja en el portal del monasterio de La Real, dedicado a Santa María, como todos los de orden cisterciense, o de monjes blancos.

Santa María de La Real, más conocida bajo la advocación de la Virgen de la Fuente de Dios, sigue presidiendo la iglesia y comparte la titularidad de la parroquia de La Real con S. Bernat, que fue el principal propagador de orden del Cesto. Nombre que procede de Citeaux, famoso monasterio de la diócesis actual de Dijon, fundado por S. Robert en 1098.

El nombre de La Real, como ya lo captó, en el siglo XIX, Josep Mª. Quadrado, tiene su origen en la existencia de algún huerto frondoso existente en este lugar, puesto que en árabe arriado significa huerto y, al ser catalanizado, esta palabra habría dado lugar a La Real.

Los comienzos

Esta llanura, que debe la fertilidad a las fuentes de En Baster y de la Vila, fue el lugar estratégico escogido por Jaume I y, más tarde, por su pariente el conde Nunyo Sanç; para arropar definitivamente a los monjes cistercienses, venidos de Poblet. La filial mallorquina de este monasterio se inició poco tiempo después de la conquista. En 1232 ya existe la correspondiente autorización real para la fundación del monasterio, y parece que en 1235 los monjes blancos ya se encontraban en La Granja de Esporles, o sea, en el monasterio de Beatae Mariae de Sportulis. Para 1239 ya se habían trasladado a la región de La Real, primero a la vecina posesión de Son Cabrer o Real Vell y, poco antes de 1266, a lo que durante siglos debía ser, y es, el monasterio de La Real.


Ordenamiento interior del monasterio

Los cistercienses de La Real tenían por guía espiritual la Regla de S. Benet que, como sus hermanos de orden, buscaban observar en su pureza (puritas regulae.. rectitudo regulae).

El abad Guillermo Riera, de finales del s. XVIII, escribió unos comentarios de la regla benedictina con el título de Exhortationes in Regulam Sancti Patris Benedicti in capitulo cotidiano. Más de un siglo antes, el abad Pere Maians, en 1618, promulga unas Ordinaciones de régimen interior que ponen de manifiesto el anhelo de «ocuparse del todo en el servicio de Dios omnipotente y observancia de nuestra santa regla».

Las Ordinaciones son un minucioso directorio sobre la primera vertiente de la vida monacal Ora te labora: el receso, el silencio, sobre todo la oración litúrgica, reciben la atención del abad que, al reconstruir el claustro, quiso proclamar la fidelidad benedictina dedicando el portal mismo sale a El ilustre Patriarca de los Patriarcas el glorioso Padre San Benito Abad. Y, sobre el sobredintel de la misma entrada se puede leer un adagio latino que dice: Si Benedictus non fuisset Petrus mendicasset modo gráfico de decir que durante siglos muchos papas fueron benedictinos y que, en caso de no haber existido S. Benet, S. Pedro hubiera tenido que captar para encontrar sucesores.

Alumnos del seminario mayor de la Real en una clase de historia natural en 1945

El abad de La Real

En la vida monacal el abad es todavía una figura central. También suele gozar de una importancia exterior apreciable. En Mallorca La Real y, en consecuencia, su abad, eran únicos. Así la: su categoría social y eclesiástica solo era ultrapasada por el obispo. Venturosamente ser abad no sólo fue una cuestión de prestigio o de vanidad eclesiástica. Muchas veces el reconocido prestigio del abad de La Real lo constituyó en la persona adecuada para dirimir cuestiones graves para la iglesia de Mallorca.

El abad de La Real ocupaba el segundo puesto en los sínodos mallorquines; igual precedencia le concedían las famosas leyes palaciegas de Jaime III, que le sentaban en segundo lugar, después del obispo, en las cortes, y lo constituían miembro del cansan real. También una cierta popularidad de esta figura monacal trascendía la rondallística ma1larquina, conservándose todavía su recuerdo a la contarella del Abad de La Real.

Grupo de novicios acompañados de miembros de la orden de los Misioneros de los Sagrados Corazones en el claustro del monasterio de La Real (c. 1940)

La Iglesia y el claustro

El recinto del monasterio estaba custodiado por un alto muro, adornado de almenas. El gran portal de entrada, «de anchas dovelas tenía entonces por bien coronamiento un nicho bien airoso, y dentro aparecía una imagen de nuestra Señora, ante la que colgaba una lámpara humilde, que se encendía todas las vísperas para honrar con su llama movida la Sta. Virgo y para iluminar a los peatones que por allí pasaban. Desde este arco un callejón más estrecho conducía hasta la antigua iglesia monástica, obra del siglo XIII, de una sola nave, con un enrejante de madera a dos vertientes, sostenido por arcos puntiagudos, característicos de todas las construcciones cistercienses, y que se encuentran igualmente en las primitivas iglesias de Mallorca.

Esta iglesia mostraba toda la rígida austeridad reclamada por la tradición del orden. Su altar mayor -que estaba en el extremo opuesto del claustro- tenía un sencillo1 retablo, donde se destacaba la majestuosa figura de Sta. María de La Real, obra de finales del XVI siglo, de vestimenta blanca adornada con flores doradas, y de cara morenita y agradable, llevando con su brazo izquierdo el divinal Minyó, lleno de gracia y de bondad. Alrededor de esta imagen central se distinguían las figuras, pintadas sobre la mesa, de los grandes patriarcas del orden, s. Benito y s. Bernat y de los gloriosos apóstoles S. Pere y S. Pau.

Además de la capilla mayor tenía otras cuatro capillas latera1s, que eran la de S. Onofre, de bien retablo de estilo renacimiento, trabajado por A. Homs, en 1601, hecho construir por el abad Dom Onofre Pol; la del S. Cristo, donde se veneraba una antigua y preciosa escultura de Jesús crucificado; la de S. Sebastià y la de S. Gertrudis la Magna.

El portal mayor daba entonces en el claustro, que tenía la entrada propia por otro portal, que se encontraba en el extremo del callejón que nos había llevado hasta la iglesia.

Este claustro de doble piso, de graciosas columnas cortadas en espiral en la planta baja, contrastando con las estriadas del piso superior, de marcada ligereza, presenta todavía ahora muy agradable aspecto y es bastante amplio y espacioso. En su pasillo de abajo daban, además del portal de la iglesia, las principales dependencias del monasterio, como eran la sala capitular, el refectorio y otros; mas en ellas no resplandecía aquella suntuosa ornamentación que el estilo gótico dejó en otras abadías cistercienses. En La Real todo era sencillo1 y pobre, tanto que desde el punto artístico poca consideración merecería; mas esta falta de arte no podrá quitar a nuestro monasterio su importancia histórica» (Gaspar Munar).

La Mare de Déu de la Font de Déu y S. Bernat


Pocas advocaciones marianas son tan masillas de sentido como la de La Real, es decir, la de la Font de Déu, cuya fiesta se celebra el 15 de Agosto. Sin embargo, su advocación es relativamente poco conocida, y popularmente no pasa de ser un silencioso pórtico en las antiguas y bien populares fiestas de S. Bernat, el 20 de agosto, celebradas por toda una multitud, que acude en una de las romerías más antiguas, sino la más antigua de Mallorca. La imagen de la Virgen de la Fuente de Dios, así como la del Santo Cristo de los Monjes fueron encomendadas a los hermanos pintores y escultores, Buïra, de Valencia, por el último abad catalán de La Real, Pere Rausic (1537-1547).


La costumbre de dar un brotete de albahaca no tiene más tradición ni sentido que el que le dieron a principios de nuestro siglo quienes introdujeron el uso: satisfacer el deseo de aquellos que querían un brotete del ramillete oloroso. Así, aconhortados con el brotillo que se les daba espontáneamente, las macetas de las esponerosas y olorosas albahacas que adornaban la capilla de S. Bernat, resistían el paso de miles de devotos que se acercaban y se acercan a besar la imagen del Santo . Con el tiempo ha tomado un sentido religioso y cristiano, que invita a transformar la vida de los devotos, a fin de ser, como leemos en las Escrituras, que invitan a que su existencia sea el buen olor de Cristo.

Romería de Sant Bernat

El beato Ramon Llull en La Real


Ramon Llull, después de una radical conversión, se puso al servicio del Amat, concretando su proyecto en tres puntos, según nos dice la Vida Coetània: «de poner su vida por honor de Jesucristo, y de hacer los libros encima dedos y de hacer construir y edificar varios monasterios, así como encima se dice» .

Los libros debían ser el instrumento para convertir al mahometanos. Los monasterios debían ser el lugar donde «hombres sabios y literatos estudiasen aprendieran la lengua arábica y de todos los demás infeeles, para que pudieran entre nos preicar y manifestar la verdad de la sancta fe católica».

Aunque el monasterio de La Real no tuviera una escuela y una biblioteca renombradas, contaban con los mínimos exigidos para la formación monástica. Al mismo tiempo era un lugar adecuado para la contemplación y aprendizaje de la vida espiritual profunda. El primer contacto con el monasterio lo tuvo Ramón después del conflicto enojoso con su esclavo, que blasfema y amenaza de muerte a su Señor. Ramón dudaba de castigar, incluso con la muerte, al esclavo que le había enseñado el árabe, para dar gloria a Dios, castigo que encontraba que merecía, por la blasfemia y amenaza de homicidio. Mientras estaba «en gran duda y perplejo que haría (…) irse a Nuestra Mujer de La Real para orar nuestro señor Dios que le inspirara que haría de dicho moro».

Una estancia más larga le sirvió para entrar en contacto con algunos autores preferidos por los monjes, que le familiarizaron con la mística monástica y con el agustinismo. Los libros lulianos son deudores, en parte, en la orientación intelectual de la escuela monacal realina. Y nuestro monasterio fue el lugar escogido por el beato después de haber pasado un tiempo en «una montaña apelada Randa», donde se sintió particularmente inspirado, «e encontinente, descendiendo de dicha montaña, vaya prestamente al monasterio de La Real, por 90 que más permitiera poder ordenar dichos libros; y de hecho ordena un muy bello libro, el cual apeló el Arte Mayor. y después el Arte general. bajo la cual arte aprendió muchos libros compiló por la capacidad de los hombres iliterados».

No sólo la soledad y la escuela monástica contribuyeron a la formación de Ramon Llull. También el estilo de vida cisterciense experimentado en La Real 1 inspiraron en la creación del personaje central de Blanquema.

Su tercer proyecto, de crear escuelas de lenguas orientales, fue apoyado por nuestro monasterio, que permuta la alcaria de Miramar, para que allí se constituyera un colegio con finalidad misionera. El buen recuerdo del monasterio cisterciense permaneció siempre vivo en Ramon Llull, quien, hacia el tarde de su vida, ordena en su testamento que los propios libros, guardados en un cofre, fueran de su querido monasterio .El tiempo y la incuria de los hombres borraron tan preciado negado, de lo que se lamentaba el abad Antoni Ramon Pasqua!, a finales del s. XVIII. El entusiasmo por el doctor iluminante que sintió este abad y algunas realizaciones modernas valgan para reparar ese error histórico.

RAMÓN LLULL EN EL MONASTERIO DE LA REAL

El monasterio sin monjes

El capitán general, conde de Montenegro, se adelantó al gobierno de Madrid y fue más duro que en cuando, el 12 de Agosto de 1835, suprimía todos los conventos, lo que significa la práctica desaparición de la vida monástica masculina en Mallorca, hasta que en 1967 los Benedictinos se establecieron en Binicanella, y al cabo de unos años abandonaron este lugar.

Las tierras, el mismo monasterio y muchos objetos de la iglesia se dispersaron; muchos de ellos se perdieron para siempre. A finales del siglo pasado se inició una restauración del edificio ya recoger materiales dispersos.

También la orientación del monasterio cambia, puesto que los nuevos habitantes no eran monjes, sino misioneros.


La Congregación de misioneros de los SS. Corazones

Después de aventuras y acontecimientos poco edificantes, el obispo Jacint M. Cervera tomó algunas medidas drásticas para normalizar el cuidado pastoral del que entonces era vicaría de La Real, que abarcaba el pueblo del Secar, y las casas y posesiones que se encontraban perdidas entre almendros, algarrobos, higueras y huertos entre Establecimientos y las murallas de Ciudad.

Una de esas medidas se concreta encomendando a algunos presbíteros de la Congregación de Misioneros de los SS. CC. -a cuya fundación había contribuido decisivamente en 1890- y les confía provisionalmente el cuidado pastoral de la feligresía de La Real.

Lo que era provisional se perpetúa; poco a poco la feligresía cobra nueva fisonomía. También se construyó el ala de poniente del claustro, completando así las obras que habían empleado los monjes entre finales del s. XVII y primera parte del XVIII. Estas construcciones recientes tenían un objetivo menos monacal: por una parte se pretendía aprovechar el espacio de recogimiento y silencio para casa de formación de la Congregación misionera y, por otra, ofrecer a la Iglesia de Mallorca un lugar donde presbíteros y laicos pudieran acudir para practicar los ejercicios espirituales.

El mismo fundador de dicha Congregación, P. Joaquim Rosselló i Ferrà, se retira en los últimos años de su vida, muriendo el 20 de Diciembre de 1909. A la parte donde tuvo la celda y en algunas salas vecinas se han instalado objetos y documentos gráficos sobre este hijo egregio de Mallorca, y sobre la labor que realizan en varios países los Misioneros que funda.

El monasterio, dentro de las nuevas circunstancias, sigue abierto al destino que recibió a principios de siglo, acogiendo grupos que buscan un espacio para la reflexión cristiana, o un lugar que permita trabajar tranquilamente en tareas culturales diversas. Desde el monasterio se sirve en la parroquia de La Real y se trabaja en la formación de los jóvenes congregantes.

Seminaristas de la Real en la sala de lectura en 1945

La Biblioteca Balear

El estado de dispersión a que llega el legado bibliográfico luliano empujó a los nuevos habitantes del monasterio, los misioneros de los Sagrados Corazones, a rehacer la memoria de Ramon Llull, iniciando una biblioteca a partir de un interesante fondo luliano. Lo que se es. La constancia ha logrado la creación de un fondo bibliográfico balear que supera los 10.000 títulos. Los manuscritos pasan de los 400 y algunos de ellos, como el Consolat de Mar, las Constituciones del Monasterio de Sta. Margalida, etc. tienen un valor cultural muy importante.

Tienen mucho relieve los manuscritos del Abad Antoni Ramon Pasqual, del annalista Bonaventura Serra, y de algunos personajes de la Renaixença, así como los de diversas posesiones, que permiten estudiar las antiguas Caballerías, etc. La docena larga de incunables, ha sido digitalizada por la Universidad de las Islas Baleares.

Al fondo balear hay que añadir otro de ciencias naturales, proveniente de los señores Moragues Monlau, que cuenta con revistas y estudios de cuestiones referentes a la agricultura, especialmente, de la viticultura mallorquina, con los problemas del mildiu, y otros epidemias que atacaron la viticultura mallorquina, en el siglo XIX.

Un tercer conjunto de obras, algunas clásicas en los ss. XV-XVIII, de ciencias eclesiásticas, buena parte de ellas todavía indispensables para los estudios de derecho, derecho canónico, liturgia, etc.

Últimamente se ha incorporado el fondo que usaba el P. Cristòfor Veny Melià, arqueólogo, y unos años Presidente del Instituto Nacional de Prehistoria. Su importancia radica en reunir una cantidad de obras que permiten situar debidamente la arqueología balear, en el contexto de las culturas mediterráneas. Es un fondo a clasificar.

Otras personas ya difuntas y alguna en vida, también han hecho llegar a la Biblioteca del Monasterio de La Real sus fondos bibliográfico, que, debidamente catalogado, enriquecerá este gran patrimonio, que, por vocación original de la biblioteca, ha sido y sus titulares quieren que esté al servicio del público.

La principal obra de investigación que ahora promociona la Biblioteca de La Real es la continuación del Diplomatario, en la que trabaja el archivero y documentalista SR. Pep Barceló Adrover, con la colaboración del P. Josep Amengual i Batle.

Sumando los diversos fondos de la Biblioteca del monasterio se cuentan un total de unos 100.000 volúmenes, buena parte de los cuales se encuentran a disposición de los lectores interesados, mientras el resto está a la espera de su clasificación.

La Biblioteca Balear

LA BIBLIOTECA BALEAR

La Sala Capitular, el museo parroquial

La Sala Capitular, de estructura armoniosa, tiempo atrás se convirtió en dormitorio, una parte, y en establo, el otro pedazo. Actualmente esta restaurada y en ella se contemplan xilografías y grabados de terna luliano.

También los objetos litúrgicos fuera de uso y algunas piezas que fueron de los monjes -sortosamente conservadas o recobradas- se han reunido en un pequeño museo parroquial.

Las estancias donde vivió y muera el Venerable P. Joaquim Rosselló i Ferrà, Fundador de la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones, el principal restaurador del Santuario de la Virgen de Lucas, y del Monasterio de La Real, también acogen objetos característicos de una época, y materiales de uso doméstico y personal, de los años que hacen de puente entre los siglos XIX y XX, así como pequeños utensilios de los lugares en los que está implantada la Congregación, en América y en África.

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Els lectors interessats que vulguin completar la informació sobre el monestir poden recórrer a un petit resum de la seva historia:

Munar, Gaspar, Les ordes religioses de Mallorca. Palma de Mallorca 1935, ps. 62- 74, que hem seguit per a fer aquesta presentació.

També es pot veure l’obra més amplia:

Mora, Pau– Andrinal, Lorenzo, Diplomatari del Monestir de Santa Maria de la Real de Mallorca, I: 1232-1360. Abaciologi, Palma de Mallorca 1982, XXXI + 705 9 làms. f. t., 24 x 17 cm.

II/ 1-2, (1361-1386) (Col·lecció Diplomataris, 3 i 4), Barcelona, 1993.

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