Desde la antigüedad se tienen noticias de que la ciudad de Palma se abastecía del agua de la Font de la Vila. Esta fuente estaba situada a unos kilómetros de la ciudad, cerca de la actual U.I.B. Durante la romanización se inició el uso de este manantial y en la época musulmana, no solo la siguieron utilizando, sino que la intervinieron para optimizar su caudal, construyendo una Sèquia (acequia, actualmente en ruinas y de la que solo perduran unos pocos tramos) para llevar el agua hasta la capital. En el interior de la ciudad construyeron una red de canalizaciones y aljibes subterráneos que servían para abastecer a todos los puntos de la ciudad y regar los huertos de intramuros.
Desde el siglo XVIII, la dinámica del Ayuntamiento de Palma fue la realización de obras para mejorar el suministro de agua de la Font de la Vila. En 1817 comenzaron las obras para rebajar la solera y aumentar su rendimiento así como la galería cubierta desde la Font hasta Son Ripoll. Estas obras se alargarían por espacio de treinta años y las finalizaría el ingeniero holandés Paúl Bouvy.
A finales del siglo XIX, debido al crecimiento de la ciudad y a los problemas de abastecimiento durante las sequías, surgió la idea de aprovechar las aguas subterráneas, pero había discrepancias sobre el grado de contaminación de estas por el gran número de pozos negros existentes en la ciudad. En 1879 el Ayuntamiento perforó un pozo en la Raconada de Santa Margarita para aumentar el caudal disponible. En esta misma época se construyó un pozo en la Farinera del Pont d’Inca de 74 metros de profundidad y un rendimiento de 36 m³/hora. Después en 1945 el Ayuntamiento de Palma compraría la producción de este pozo.
Sobre la perforación de pozos había también un problema de rentabilidad, ya que la explotación de pozos solitarios alejados de la ciudad obligaban a la construcción de una tubería de conducción para cada uno, mientras que si se podían explotar una serie en batería, con una sola canalización, llevarían el agua a los consumidores. Con esta premisa y los antecedentes del resultado obtenido por el pozo de sa Farinera, se concluyó que aquella zona era rica en agua y por la distancia a la capital y sus condiciones, sería una zona idónea para construir un complejo, que explotado, solucionara definitivamente el problema de agua en la ciudad. Para tal fin, se adquirieron unos miles de metros de terreno justo al lado de los de la Farinera.
En el espacio de una hectárea más o menos, se cavaron seis pozos de unos 80 metros de profundidad con un rendimiento de unos 40 a 50 mil litros/hora cada uno. Uno de ellos el número 1, era el más productivo. Se montaron también en cada uno de ellos unas bombas verticales con el motor eléctrico instalado arriba, sobre unas vigas que cruzaban el brocal del pozo y a través de la tubería de elevación del agua, transcurría un eje que hacía girar la bomba que estaba sumergida en el agua. En el número 1, al ser más productivo, se montó una bomba más potente capaz de producir unas 60 toneladas/hora. Durante la década de los 50 y 60 no dejaron de realizarse obras y sondeos para aumentar su rendimiento. Una de las obras más emblemáticas y no vista, es una mina (galería) excavada entre los pozos 1 y 2 con una serie de sondeos a lo largo.
En el año 1944, el suministro eléctrico de la isla era deficitario, irregular y nada fiable, además de ser dependiente de la antigua central eléctrica situada cerca de C’an Pere Antoni. Como no se pudo construir una línea pública para alimentar este complejo, se tuvo que construir su propia central eléctrica. Esta central se situó en el centro del complejo y se montaron hasta tres motores diésel de la marca Krupp, fabricados bajo licencia de la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona. Estos motores desarrollaban una potencia de 150 cv cada uno. También se montó el correspondiente cuadro eléctrico que era toda una demostración de la última tecnología de la época. Los motores funcionaban con gasoil y se habilitó un depósito soterrado en el exterior de la central. Al ser unos motores que para su puesta en marcha se realizaba una descarga de aire comprimido, cada motor contaba con una botella de este aire, que se cargaba con un compresor instalado en la central. Así mismo, al tener cada motor un depósito elevado para el combustible, había otro motor para elevar el gasoil desde el depósito soterrado al depósito elevado. En fin, toda una central eléctrica bien construida y moderna para la época.
En el medio del complejo, frente a la central se construyó un depósito medio soterrado, medio al aire libre, con una capacidad de varios miles de toneladas, donde las bombas vertían el agua que afloraban. Una vez que el agua estaba en el depósito se desinfectaba, al principio de forma artesanal, gota a gota mediante lejía, luego en los años sesenta, se construyó un pequeño local que albergaba un dosificador y las botellas para la desinfección por cloro. Junto a este depósito se levantó una torre de unos treinta metros de altura y una capacidad de 40 toneladas aproximadamente. Al pie de la torre y sobre el depósito soterrado se construyó una central para la elevación de agua con tres bombas elevadoras, que succionando el agua del depósito, la elevaban a lo alto de la torre y desde allí bajaba hacia la tubería de conducción con una presión que permitía que llegara el suministro a los domicilios más elevados de la ciudad.
Este complejo entró en servicio sobre el año 1947 y fue definitivo para asegurar el abastecimiento a Palma. No obstante se seguía utilizando el agua de la Font de la Vila que hacía que también se pudiera regular el agua que debía enviar al consumidor la central del Pont d’Inca. El complejo del Pont d’Inca tenia un régimen de trabajo de 24 horas todos los días del año. En los años 50, al ser una ciudad menos poblada, en las épocas lluviosas, la Font de la Vila daba un caudal suficiente para abastecer a la ciudad lo que posibilitaba que la Central del Pont d’Inca pudiera tener una parada técnica durante este periodo. Parada que se aprovechaba para el mantenimiento y reparación de sus máquinas, efectuado por el mismo personal de la central.
Los turnos que se cubrían eran de ocho horas y los equipos estaban formados por tres operarios, cada uno en una especialidad. Un motorista para arrancar y observar los motores. Eran motores que tenían que estar supervisados durante el tiempo que estaban en marcha. Un electricista para supervisar el cuadro eléctrico o si se daba algún problema de su especialidad. Un especialista, al que llamaban bombero, que era el encargado de las rondas a los distintos pozos para comprobar y engrasar las bombas que estuvieran en funcionamiento. Dependiendo de las necesidades estaban activos uno o dos motores, pero se iban rotonda entre ellos.
Alrededor de 1954-55 la central eléctrica interna dejó de utilizarse, ya que se instaló una línea eléctrica pública que alimentó el complejo, reservándose aquella para casos de apagones o averías de la propia central. Este caso se dio en algunas ocasiones a lo largo de los años. Para controlar la demanda de agua de la ciudad habían instalado un sistema de pesos sobre un tablón con las marcas de la altura del agua que había en la torre y según bajara o subiera se arrancaban más bombas y más elevadoras o se paraban.
Como ya hemos dicho en esta época y aún actualmente, se sigue consumiendo el agua de la Font de la Vila que llega a la ciudad gestionada por los depósitos reguladores de Son Tugores. Este doble origen hacía que su coordinación (entre Pont d’Inca y Son Tugores) fuera fundamental a la hora de gestionar la demanda. A mediados de los años 60, se adquirieron unas dos hectáreas a la finca vecina de la parte norte y se perforaron (con sondeo) una serie de pozos más, lo que dio más potencial a la central.
Años después con la entrada en servicio de los embalses de Gorg Blau y Cúber, aprovechando el gasto de la Font de la Vila y algunos pozos más como los de Virgen de Monserrat, en el Rafal (adquiridos a finales delos 50), la central del Pont d’inca dejó de tener el protagonismo de antaño, ignorando actualmente su situación real.
Fotos pertenecientes al Archivo Histórico de Emaya y FAM