Uno de tantos sucesos ocurrido en la ciudad de Palma, tal vez el más trágico y por lo visto hoy bastante olvidado, fue la explosión del llamado polvorín de San Ferrán. Vamos a recordar este accidente ocurrido el 25 de noviembre de 1895. El polvorín de San Ferrán estaba situado en el “Revellín” del mismo nombre, en lo que es hoy la calle Cecilio Metello, lugar aproximado al que ocupa el edificio de la Delegación de Hacienda.
El Revellín es una construcción de forma triangular, que adosado al lienzo de muralla, se integra en ella como saliente y permite una defensa de la misma batiendo todos los ángulos. En este Revellín existía uno de los polvorines de la ciudad, y junto al mismo había una construcción de madera que era la que albergaba los trabajos que allí se realizaban y que fue lo que realmente estalló.
Siempre hemos oído contar que allí se produjo una tremenda explosión con muchas víctimas y poco más, de hecho una placa colocada en el jardincillo frente a la Delegación de Hacienda así lo recuerda. Pero vamos a ser curiosos y buscar indicios y analizar noticias para poder tener una idea más clara de lo ocurrido.
En el año 1893 un Real Decreto ordenaba el cambio del fusil “Remington” de un solo tiro y cal. 11mm. De dotación hasta el momento en el Ejército Español, por el moderno fusil Máuser de origen alemán con cargador para cinco cartuchos y calibre 7 mm. Ante este cambio el Ejército se encontró con millones de cartuchos inservibles para su uso como tales, pero de gran valor si se desbarataban y separaban sus materiales, recuperando; latón, plomo y pólvora.
Así pues se convocaron las preceptivas subastas para enajenar los lotes y el contratista Gabriel Padros se hizo con un lote de unos millones de cartuchos que había que desengarzar y separar sus elementos, esto debía hacerse en este barracón de madera adosado al polvorín propiamente dicho. Para ello contrató a un centenar de personas, todos conocemos que en aquella época las necesidades imponían que todo el mundo se pusiera a trabajar de muy joven, así que entre este centenar de personas había mayoría de mujeres y menores (sus jornales resultaban más baratos) y para este trabajo rendirían igual.
Según parece las precarias medidas de seguridad eran principalmente, “no fumar” y “andar descalzos o con alpargatas”, nada más. El sistema de trabajo consistiría en que sentados y con un delantal de cuero irían desengarzando las balas y echando la pólvora dentro del delantal, la bala y la vaina las pondrían en unos cajones por separado, cuando tuvieran el delantal lleno iban y vertían la pólvora dentro de unos cajones o sacos y estos después eran retirados al polvorín. Cabe la posibilidad de que también algunos se encargaran de la tarea de desmontar los fulminantes de las vainas, trabajo muy peligroso.
Si nos atenemos a esto, vemos que había una preocupación por las chispas producidas por el roce de los metales, de ahí que tuvieran que ir descalzos o con alpargatas pero, ¿y cómo efectuaban el desengarce?, ¿con la mano?. Para una persona adulta haciendo una cierta fuerza puede desengarzar un cartucho, pero no es fácil, para un menor lo vemos imposible, quizás, ¿con alguna clase de
herramienta?. Si les preocupaban las chispas del calzado más les preocuparían utilizar alguna herramienta ¿pero cuál?. Si hubieran utilizado una máquina no hubieran sido necesarias tantas personas, tal vez utilizaran algún sistema de alicates o herramienta de madera. Pero por el momento no hemos podido aclarar el sistema empleado con las noticias que nos han llegado.
Lo cierto es que el citado día 25 de noviembre sobre las dos de la tarde, se produjo una tremenda explosión en el lugar, que hizo saltar por los aires el barracón de madera y esparció cuerpos carbonizados por los alrededores, algunos de ellos incluso cayeron al interior del foso de la muralla. Rápidamente empezaron a llegar socorros para ayudar en lo posible a las víctimas, viviéndose escenas verdaderamente impactantes.
Enseguida ya se vió que el número de víctimas sería muy elevado, pero algunas de ellas, aunque con tremendas quemaduras, estaban con vida y fueron llevadas al hospital donde la mayoría de ellas después de muchos sufrimientos acabarían por fallecer. Al final la cifra fue de 97 muertos, 82 de ellos mujeres y menores. Se buscaron causas que habrían provocado la tragedia y hubo distintas versiones pero ninguna se confirmó. Una de ellas decía que había sido un obrero que había golpeado con un martillo más fuerte de lo normal un cartucho y que al afectar el fulminante este había prendido en una cesta de pólvora que no se había retirado y había provocado la explosión ¿con un martillo?, quiere decir esto que usaban martillos. Otra versión fue, que por el suelo había bastante pólvora que se iba derramando cuando las mujeres vaciaban sus delantales en los cajones y que esta pólvora se había inflamado. También alguien llegó a culpar a un ex obrero que decían que había amenazado con prender fuego al barracón, esta persona fue detenida, investigada y pudo demostrar que este día y a esta hora estaba en otro lugar por lo cual fue puesto en libertad.
En aquella época al no haber ninguna clase de montepío ni seguro, cuando ocurría un accidente las victimas quedaban completamente desprotegidas y era el momento de las organizaciones benéficas organizar rifas y espectáculos a beneficio de los accidentados, así también ocurrió en este caso, pero además el contratista fue detenido y juzgado por homicidio imprudente, condenándole a tres años de
prisión y a indemnizar con 1000 Ptas. a los familiares de cada una de las víctimas. La víctimas fueron enterradas en una fosa común en el cementerio de la ciudad, actualmente señalada con una placa.
Nosotros nos quedamos sin saber exactamente qué ocurrió al no haber trascendido el sistema de trabajo, solo podemos hacer conjeturas, aunque suponemos que no nos hemos alejado mucho de la realidad y sus causas fueron debidas a alguna imprudencia, esperemos que en un futuro podamos conocer algo más sobre este desastre, si fuera así haríamos un nuevo trabajo en el que se detallaría.