En el vibrante corazón de Palma, la Plaza Mayor fue escenario de la siniestra Casa Negra, sede de la Inquisición que marcó a la ciudad con actos de crueldad y terror. Hoy, el recuerdo de este oscuro capítulo resuena en el bullicio moderno de la plaza
En el vibrante corazón de Palma de Mallorca, la Plaza Mayor oculta una historia siniestra que ha dejado una profunda huella en la memoria colectiva de la ciudad. Bajo el bullicio de la vida cotidiana, se encuentra el eco de un pasado oscuro: la infame Casa Negra, sede del Tribunal de la Santa Inquisición desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XIX.
Un centro de poder y temor
El Tribunal de la Santa Inquisición ocupó un edificio imponente situado en la zona de la actual Plaza Mayor, al que se accedía a través del carrer de Sant Miquel. Adquirido en 1588 al caballero Jeroni de Santjoan, el inmueble se extendía por tres plantas y contaba con un patio central, un huerto y una fuente de agua, la Font d’en Baster. Durante el siglo XVII, el edificio fue sometido a diversas reformas, destacando la intervención del ingeniero Martín Gil de Gainza y Etxagüe, el escultor mallorquín Jaume Blanquer Bertran, y el italiano Giuseppe Dardadone, quienes dejaron su huella en la decoración del portal y la capilla.
En la planta baja se encontraban las casas de los alcaides, el proveedor de los presos, la sala de torturas y parte de las prisiones. En el primer piso estaban las dependencias de la portería, dos salas de audiencias, la capilla con sacristía, el archivo, la receptoría y la casa del inquisidor. Este complejo se convirtió en un símbolo de terror debido a su papel en la persecución y condena de los criptojudíos y otros acusados de herejía.
La complicidad de los dominicos con la Inquisición
El convento de Santo Domingo, donde hoy se alzan el Parlament y el Palacio March, fundado en un periodo de fervor religioso, se convirtió en un símbolo de poder y terror. Los dominicos, quienes no seguían las devociones populares de la isla, como la veneración a Santa María o la admiración por el intelectual Ramon Llull, se hicieron rápidamente impopulares. Sin embargo, fue su papel como guardianes de la Inquisición lo que selló su infame reputación.
El poder de los dominicos creció hasta tal punto que, en pleno siglo XIX, las autoridades liberales de la época decidieron actuar. En una operación sigilosa, durante una noche, los monjes menores de 65 años fueron embarcados y desterrados a Cartagena, en la península. Era una medida drástica para mitigar la influencia que todavía ejercían en la ciudad.
Con el exilio de los dominicos, el convento fue finalmente demolido, poniendo fin a su existencia física pero no a su legado sombrío.
Autos de Fe
Uno de los episodios más sombríos de la historia de la Casa Negra tuvo lugar en 1691. En ese año, decenas de personas fueron condenadas y ejecutadas en la Plaza Mayor y otros enclaves de la ciudad, como en la plaza Gomila, durante un auto de fe, un evento público en el que los condenados eran quemados vivos. Estos actos atraían a miles de espectadores y transformaban la plaza en un escenario de crueldad y desesperación. La brutalidad de estas ejecuciones contribuyó a que el edificio fuera conocido como la ‘Casa Negra’, un apodo que resonaba con el dolor de las víctimas y el temor de los ciudadanos.
Declive y transformación
Con el paso del tiempo, el poder de la Inquisición en Palma comenzó a desvanecerse. En 1820, con la segunda abolición del Tribunal de la Inquisición, el edificio fue saqueado y gran parte de su archivo destruido. Un año después, el Ajuntament de Palma compró el edificio con la intención de demolerlo para construir un mercado de abastos. Las obras comenzaron en 1833 y, para 1850, se inauguró el nuevo mercado en el lugar, ampliado con el solar donde anteriormente se encontraba el convento de Sant Felip Neri.
Lugar donde se encontraba el edificio de la Santa Inquisición
Hoy en día, la Plaza Mayor es un vibrante centro de actividad comercial y turística, pero el recuerdo de la Casa Negra persiste en el trasfondo histórico de Palma. Aunque el edificio y el Tribunal de la Inquisición han desaparecido del paisaje urbano, su oscuro legado sigue siendo un recordatorio de un tiempo en que la fe y el poder se entrelazaron de manera devastadora para la población. Aquellos que pasean por la plaza moderna pueden desconocer que están caminando sobre un terreno que fue testigo de algunos de los capítulos más oscuros de la historia de Palma.
Cristaleras abandonadas y opacas en la calle Santo Domingo, que alberga una parte del convento de santo Domingo