Una ola majestuosa acariciando nuestro rostro. Un hábitat líquido y espumoso que nos envuelve con la capacidad de evocar cualquier pensamiento positivo. Toda la verdad de unas manos acostumbradas a rodear de amor a personas, animales y cosas, todos deberíamos, pero Rosa se exige a sí misma liderar el tumulto que azota nuestros cielos para incorporar un paisaje maravilloso donde descansar para siempre. Espejo, versión, comodidad y sueño. Un pasaje sin retorno de su mano ancestral.
Rosa trabaja con la resina para crear esas ventanas infinitas. No es la secreción orgánica y natural de las plantas, sino a la resina epoxi. Un elemento químico que se utiliza para la elaboración de plásticos y pegamentos. Es importante la mezcla de resinas y la pigmentación de las mismas para conseguir los distintos tonos que irán formarán en el lienzo el paisaje marino.
Rosa afirma que la resina suele ser autonivelante y se recompone en el lienzo ella misma. Es ese momento empieza a derramar los distintos tonos de azul del mar en una danza que brota desde los botes y se va acomodando en el lienzo. Con sus manos remueve las mezclas antes de iniciar el proceso de curado con un soplete que le dará consistencia a la resina. El calor del soplete elimina las burbujas que se hubieran podido crear. Con una pinza de pelo elimina las motas que se hayan podido posar en el lienzo.
Rosa derrocha humildad y no quiere considerarse artista porque afirma que no le dedica las horas que se merece la profesión, pero muy lejos de la realidad, sus piezas son puro arte. Lo que más le gusta es que alguien diga que le encanta la pieza que haya creado. Ni siquiera que se la compre le produce tanta satisfacción como haber llegado al alma de un cliente o espectador. Esta disciplina le permite relajarse y evadirse, de hecho durante el confinamiento pudo darle más impulso a su arte.
Con un decapador empieza a generar la espuma de las olas, que van rompiendo el azul inicial y finalizando la elaboración de la pieza hasta su secado.
Rosa ha iluminado a otros artesanos con sus creaciones, pero el aprendizaje fue un camino con muchas inseguridades y frustraciones. El momento de inflexión ocurrió con la muerte de su suegra. Se inició en la acuarela porque siempre le ha gustado dibujar y hacer manualidades. Buscando formación en la red llegó al acrílico y «saltando de vídeo en vídeo» llegó a la resina.
Gracias a sus conocimientos de inglés pudo aprender esta técnica de la mano de youtubers australianas, inglesas o alemanas. Ahora hay más artesanos españoles que trabajan con la resina y entre todos se van asesorando y animando y han creado una red de contactos con distribuidores. Su formación se ha consagrado en estas piezas preciosas que son nuestro espejo del alma, nuestras ventanas mágicas.
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ROSEMARINART
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Fotografía: Ricard Bonnín
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Vídeo: Tony Carbonell
LA PALMESANA MAGAZINE